El que así habla es Adam Steltzner, responsable de hacer aterrizar al Curiosity, un aparato que cuesta US$ 2.500 millones, en la superficie de Marte el lunes 6 de agosto.
El viaje de este laboratorio móvil debería suponer una revolución en nuestro entendimiento de la historia geológica del planeta… siempre que sea capaz de llegar de forma segura.
Steltzner y su equipo han desarrollado un impresionante enfoque sobre el problema que supone trabajar con una grúa propulsada por un cohete.
"Es algo tan ambicioso, tan audaz, tan poco convencional. No parece que haya nada con qué compararlo", le dijo a la BBC.
"No puedes decir: 'Oh, estoy haciendo lo que ya se hizo y no funcionó, no tuve suerte'".
"No, no estamos haciendo nada que se haya hecho antes. Estamos haciendo algo completamente novedoso, dejándolo ahí colgado en el aire. Uno se siente totalmente expuesto."
Pero aunque Steltzner admite que puede tener momentos de pánico, tanto él como su equipo tienen un gran nivel de confianza en que pueden llevar este proyecto adelante.
"Pensamiento de ingeniería razonado", asegura, es lo que les llevará a superar la aventura que es la EDL (siglas en inglés de entrada, descenso y llegada) en el planeta rojo.
El camino
Así es como ocurrirá todo:
El aparato, de 900 kilos, se aproximará a Marte en un cápsula de protección –la más grande que la NASA ha usado jamás-, más grande incluso que el módulo de comando del Apollo.
Esta cápsula llegará a la parte más externa de la atmósfera a 20.000 kilómetros por hora.
Pero toda esa energía tiene que desaparecer. Cuando las ruedas del aparato toquen la superficie marciana, entre 6 y 8 minutos más tarde, no deben viajar a más de 1 metro por segundo.
Para que todo salga bien, un complicado proceso, que comienza con una precisa navegación a través del espacio, debe salir según lo planeado.
Para aterrizar en el planeta rojo el Curiosity tiene que penetrar en la atmósfera a través de un agujero de un kilómetro de diámetro. |
Para que el aparato tenga alguna opción de alcanzar su objetivo, el cráter Gale, primero debe penetrar por un "pequeño" agujero en la atmósfera de aproximadamente un kilómetro de diámetro.
A medida que desciende, la cápsula suelta lastre con el fin de mover su centro de gravedad y cambiar su ángulo de ataque.
Esto dará impulso al vehículo, que con la ayuda de ciertos dispositivos y minuciosos cálculos cruzará la parte externa de la atmósfera sano y salvo.
La parte inferior de la cápsula se calentará en contacto con el aire marciano y el aparato que protege contra el calor deberá soportar temperaturas superiores a 2.000 grados centígrados.
Tras soltar más lastre, a 11 kilómetros de altura y a una velocidad de 1.400 kilómetros/hora la cápsula despliega un paracaídas supersónico, que deberá soportar un impulso de casi 30 toneladas tras abrirse casi instantáneamente.
Tan solo medio minuto después tiene lugar un hecho crucial: la estructura que sirve de protección contra las altas temperaturas se separa. Y si no lo hace, el radar del Curiosity no podrá ver el suelo.
"El radar es fundamental", señala Matt Wallace, el director del sistema de vuelo del proyecto.
"Hay que posarse en la superficie lentamente para no romper el aparato, y para hacerlo lentamente hay que saber obviamente a qué distancia se está del suelo. Pero incluso más importante es saber a qué velocidad se viaja, tanto horizontal como verticalmente."
"Es un sistema de radar de impulsos Doppler y se beneficia de que es extremadamente preciso tanto en velocidad como altura, y muy difícil de engañar."
El paracaídas ralentizará aún más al aparato, hasta unos 450 kilómetros por hora, y es en este punto, a una altura de 1,5 kilómetros, en la que ocurre la "locura".
Una "grúa espacial" que sostiene al aparato se separa del paracaídas y utiliza cohetes de empuje para continuar con la disminución de la velocidad a medida que se acerca a la superficie.
A tan solo 20 metros de la superficie la grúa empezará a planear y hará descender al aparato a la superficie mediante tres hilos de nylon.
Una vez que las ruedas contactan con el planeta los hilos se cortan y la grúa sigue volando para estrellarse a una distancia segura. Steltzner y su equipo pueden respirar otra vez.
Todo esto está automatizado y programado. La Tierra y Marte están tan lejos (250 millones de kilómetros) que las comunicaciones tienen un retraso de 14 minutos, por lo que el control de la misión no puede intervenir como si se tratase de un videojuego.
Pirotecnia
Y aún queda lo mejor por llegar: los fuegos artificiales.
Una serie de dispositivos pirotécnicos inician los procesos clave como el corte de los hilos de nylon o la apertura del paracaídas.
El Curiosity ha sido probado en zonas del desierto californiano. |
Todos deben accionarse en secuencia para que la misión tenga éxito. En total, son 76.
Pero aunque todo esto suene como una locura, tiene un propósito.
A pesar de que sabemos las líneas básicas de la historia geológica marciana, para aumentar nuestro entendimiento se necesita llevar instrumental sofisticado a lugares cada vez más difíciles de alcanzar.
Todo esto se consigue con mayores aparatos y más sofisticados sistemas de aterrizaje.
Todas las misiones a Marte han utilizado sistemas de aterrizaje más sofisticados que el anterior, pero solo con la tecnología usada en esta misión es posible llegar a lugares como al cráter Gale, uno de los agujeros más profundos del planeta rojo.
"Los científicos quieren ir a lugares complicados porque allí es donde las rocas están expuestas. En el pasado, los ingenieros querían llegar a lugares planos donde sus aparatos no sufrieran daños", explica el profesor Sanjeev Gupta, un investigador en el equipo del Curiosity.
"Pero ahora nos hallamos en la siguiente fase. Las cuestiones sobre vida y habitabilidad solo pueden estudiarse en las rocas, y para encontrar estas rocas necesitas ir a los cañones y a las montañas- para poder ver la cronología, para ver las relaciones y entender los cambios climáticos del pasado. Todo esto no se puede ver en las llanuras", concluye.
Fuente : BBC Mundo
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